Estábamos al principios del curso, en octubre. Estábamos en clase junto con un profesor el cual era muy simpático pero no sabia manejar problemas, por lo tanto, cuando un chico A se inventó que insulté al chico B y me querían pegar al salir del instituto, él al escucharlo todo solo dijo: «Si queréis os partís la cara cuando salgáis pero no en mi clase».
Llegó la hora de la salida y los chicos no paraban de empujarme y para cuando ya salimos del área del instituto, el chico A me pega una colleja. Por suerte una madre lo vio y le reprochó su acción, me defendió y cuidó un rato.
Al cabo de un rato todo el mundo se va y por fin vuelvo a mi casa por el camino que tomaba siempre. Pero ellos estaban allí, esperándome en la puerta de mi casa. Pensé en mi buen expediente y en caso de que me pegasen, solo iría a jefatura y lo denunciaría para que hiciesen lo que debían. Mi hermano, creyéndose Super-Man, se puso en medio del primer golpe que iba a recibir y por ende TODA la paliza se la llevó el «héroe«. Toda mi clase lo vio pero no hicieron absolutamente nada. Por suerte o por desgracia a mi hermano le quedó una marca en el labio y lo pudimos usar de prueba contra los chicos, pero de nada sirvió ya que hicieron la vista gorda y mis compañeros de clase negaron todo.
Desde ese día siempre he desconfiado de los grupos en los que me asignan.